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Los delitos de odio contra la comunidad homosexual

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Se recuerda los crí­me­nes come­ti­dos por los gru­pos terro­ris­tas, cono­ci­dos como ope­ra­ti­vos de ‘lim­pieza social’

Aca­bar con la homo­fo­bia es aca­bar con los crí­me­nes de odio

Este no es un artículo cual­quiera. Esta no es una nota más sobre la cual refle­xio­nar. Esta es una denun­cia. Esto es un reclamo. Esta es una mues­tra de indig­na­ción frente a lo que en el mundo se conoce como deli­tos de odio. De acuerdo a la legis­la­ción inter­na­cio­nal, un delito de odio es cual­quier forma de vio­len­cia moti­vada por el pre­jui­cio hacia una deter­mi­nada reli­gión, dis­ca­pa­ci­dad física, ori­gen étnico, grupo racial u orien­ta­ción sexual. El ensa­ña­miento, la atroz bru­ta­li­dad, la mal­dad con­ver­tida en veja­men y vio­len­cia física o psi­co­ló­gica son sus prin­ci­pa­les carac­te­rís­ti­cas. Muchas veces este tipo de deli­tos des­en­ca­de­nan en la comi­sión de atro­ces ase­si­na­tos, sus per­pe­tra­do­res, con la com­pli­ci­dad o indi­fe­ren­cia de las auto­ri­da­des encar­ga­das de velar por la segu­ri­dad de los ciu­da­da­nos y por la admi­nis­tra­ción de jus­ti­cia, se ríen del sis­tema, se mofan del dolor de sus víc­ti­mas y la tris­teza de sus deu­dos, y pasean por las calles con total impunidad.

En nues­tro país, a dife­ren­cia de lo que ocu­rre en otros luga­res del mundo como España o los Esta­dos Uni­dos, no se cuenta con cifras ofi­cia­les o con ins­ti­tu­cio­nes u órga­nos públi­cos encar­ga­dos de regis­trar, sis­te­ma­ti­zar y ana­li­zar pro­fun­da­mente las esta­dís­ti­cas, las razo­nes, las cau­sas de toda esta vio­len­cia. El racismo, el sexismo, la homo­fo­bia, pare­cen ser temas que siguen siendo per­ci­bi­dos como tópi­cos de menor impor­tan­cia. Son pro­ble­mas que afec­tan sólo a algu­nos pocos dicen muchos. Tene­mos pro­ble­mas más impor­tan­tes que resol­ver, señala sin mayor rubor un impor­tante por­cen­taje de nues­tra pobla­ción. A todos ellos les pre­gun­ta­ría ¿Qué cosa puede ser más impor­tante para una socie­dad que la defensa de los dere­chos de sus ciu­da­da­nos? ¿Qué preo­cu­pa­ción es más impor­tante que velar por el dere­cho a la vida, a la liber­tad, a la igual­dad, de todos los hom­bres y muje­res del Perú? ¿Es que el Perú se ha con­ver­tido en una socie­dad tan vio­lenta en la cual los muer­tos del día a día, los ase­si­na­dos, los dis­cri­mi­na­dos, los vio­len­ta­dos, no son sino cifras que engro­san pau­la­ti­na­mente las esta­dís­tica de una pro­ble­má­tica que no se quiere enfrentar?

Son las orga­ni­za­cio­nes de dere­chos huma­nos las que a lo largo de los últi­mos años vie­nen aler­tando a la socie­dad y al Estado peruano de esta terri­ble reali­dad. Sólo entre los años 2008 y 2009, se han regis­trado 126 ase­si­na­tos con­tra per­so­nas homo­se­xua­les, según esta­dís­ti­cas ela­bo­ra­das por el Movi­miento Homo­se­xual de Lima (MHOL). La cifra se acre­cienta de manera alar­mante si hace­mos recuento del número de víc­ti­mas regis­tra­das durante los últi­mos 5 años. La cifra de 126 víc­ti­mas se con­vierte en el ate­rra­dor número de 249.

Según esti­ma­cio­nes de estas pro­pias orga­ni­za­cio­nes las cifras no logran cubrir a la tota­li­dad de crí­me­nes come­ti­dos con­tra este grupo mino­ri­ta­rio. Muchas de estas agre­sio­nes, como la sufrida hace algu­nos días por un amigo per­so­nal víc­tima de esta into­le­ran­cia, cuyo nom­bre pre­fiero man­te­ner en reserva, no son repor­ta­das. Las ofen­sas, las afren­tas, los insul­tos, las agre­sio­nes físi­cas, muchas veces que­dan impu­nes, debido a la poca o nula res­puesta que el sis­tema esta­tal brinda a aque­llas per­so­nas que se atre­ven a denun­ciar a sus agre­so­res. Así como en el Perú muchas vio­la­cio­nes con­tra muje­res, niños o niñas no son repor­ta­das, en el caso de los deli­tos de odio con­tra los homo­se­xua­les, no son pocos los casos en los cua­les la víc­tima o sus fami­lia­res, pre­fie­ren el silen­cio por temor a alguna repre­sa­lia o por la ver­güenza, que para muchos aun supone, tener a un hijo o hija, o sobrino gay o lesbiana.

La comu­ni­dad homo­se­xual se enfrenta día a día a la into­le­ran­cia de una socie­dad que sigue man­te­niendo patro­nes de con­ducta y esque­mas men­ta­les bajo los cua­les los dere­chos y las liber­ta­des de algu­nos hom­bres y muje­res pue­den ser vio­len­ta­dos por el solo hecho de ser dife­ren­tes. La comu­ni­dad homo­se­xual no solo debe lidiar día a día con la indi­fe­ren­cia de la auto­ri­dad a la cual recu­rre en busca de ayuda o auxi­lio. En muchos casos son los pro­pios agen­tes del Estado o per­so­nal que brinda ser­vi­cios de segu­ri­dad en gobier­nos loca­les o muni­ci­pa­les los que de manera ale­vosa, cobarde e insana vio­len­tan física y psi­co­ló­gi­ca­mente a estos ciu­da­da­nos. Según un estu­dio publi­cado por el Ins­ti­tuto Runa, las víc­ti­mas iden­ti­fi­can como res­pon­sa­bles del 31% de sus agre­sio­nes a inte­gran­tes de la Poli­cía Nacio­nal del Perú. Según ese mismo estu­dio en el 46% de los casos son los miem­bros del Sere­nazgo de Lima los que atro­pe­llan de manera sis­te­má­tica los dere­chos de estos peruanos.

¿Cómo pode­mos enton­ces hablar de desa­rro­llo, de demo­cra­cia, de ciu­da­da­nía en el Perú cuando no somos capa­ces de afron­tar con valen­tía y lide­razgo la lucha con­tra todo tipo de dis­cri­mi­na­ción y vio­len­cia con­tra estos perua­nos y perua­nas que for­mando parte de un grupo mino­ri­ta­rio se encuen­tran en una posi­ción de riesgo frente a la con­ducta casi psi­có­pata de quie­nes los agre­den, frente a la anuen­cia o com­pli­ci­dad mal­vada de las auto­ri­da­des y fun­cio­na­rios públi­cos? La homo­fo­bia, la into­le­ran­cia, la vio­len­cia desatada con­tra las mino­rías sexua­les es un pro­blema que ha venido acom­pa­ñando a la his­to­ria de nues­tro país y de la huma­ni­dad desde hace muchí­si­mos años, las­ti­mo­sa­mente es un pro­blema que no ha que­rido ser acep­tado como tal y mucho menos enfren­tado por la socie­dad y por las auto­ri­da­des en el mundo.

En Amé­rica Latina los perio­dos de dic­ta­dura mili­tar y civil han sido tiem­pos terri­bles para la comu­ni­dad homo­se­xual. En Amé­rica Latina durante las déca­das de los 70 y 80 los homo­se­xua­les fue­ron víc­ti­mas de una vio­len­cia reite­rada y con­ti­nua que muchas veces acabó con la vida de estos seres huma­nos. En Argen­tina, Chile, o Para­guay, durante la dic­ta­dura de Stroess­ner, tal y como se regis­tra en el docu­men­tal “Cuchi­llo de Palo”, de la direc­tora Renate Costa, se regis­tra­ron con­ti­nuos actos de vio­len­cia y repre­sión hacia los homo­se­xua­les. Per­se­gui­dos, vio­len­ta­dos sexual­mente, encar­ce­la­dos, prohi­bi­dos de ejer­cer cual­quier tipo de defensa, las dic­ta­du­ras desata­ron toda su furia con­tra este grupo, bajo la creen­cia absurda y ultra­con­se­va­dora de que estos seres “anor­ma­les” no podían ser parte de nin­gún pro­yecto social, polí­tico o cul­tu­ral, y que por tanto, debían de ser exter­mi­na­dos o borra­dos de su pro­pia tierra.

En Nor­te­amé­rica, el caso más famoso de crí­me­nes de odio come­ti­dos con­tra un miem­bro de la comu­ni­dad gay fue el ase­si­nato de Har­vey Ber­nard Milk, quien luego de renun­ciar a un impor­tante cargo eje­cu­tivo en Wall Street, deci­dió ini­ciar su carrera como acti­vista homo­se­xual. Har­vey, y así se lo recuerda en la pelí­cula que lleva su nom­bre, per­so­naje inter­pre­tado por Sean Pen, es ase­si­nado en 1978 por Dan White, super­vi­sor de la ciu­dad de San Fran­cisco por el sólo hecho de ser homo­se­xual, luego de que en 1977 fuera ele­gido demo­crá­ti­ca­mente para ocu­par el cargo de miem­bro de la Junta de Super­vi­so­res de dicha ciu­dad. Tiempo des­pués, 21 años más tarde, otro cri­men vol­ve­ría a estre­me­cer a la comu­ni­dad ame­ri­cana. Esta vez el joven Mat­hew Wayne moría pro­ducto de seve­ras lesio­nes en la cabeza. Matt­hew fue encon­trado atado a un cerco de madera con la cabeza rota pro­ducto de los gol­pes sufri­dos con el mango de una pis­tola. Durante el jui­cio se logró com­pro­bar que el ase­si­nato había tenido un único móvil: “Mat­hew debía morir por ser homosexual”.

En nues­tro país lo casos de crí­me­nes de odio come­ti­dos con­tra per­so­nas homo­se­xua­les no han sido pocos. Se recuerda los crí­me­nes come­ti­dos por los gru­pos terro­ris­tas con­tra estas per­so­nas cono­ci­dos como ope­ra­ti­vos de “lim­pieza social”. Basta con men­cio­nar, tal y como lo regis­tra el Informe Final de la Comi­sión de la Ver­dad y Recon­ci­lia­ción, el ase­si­nato de 10 gays en Auca­yacu (1986), 8 en Puca­llpa (1988) y otras 8 per­so­nas en Tara­poto (1989).

Han pasado muchos años desde 1977, Lati­noa­mé­rica es un con­ti­nente que viene superando pau­la­ti­na­mente, unos paí­ses más que otros, los fan­tas­mas de las dic­ta­du­ras y los años de vio­len­cia polí­tica pare­cen haber que­dado atrás, sin embargo, en nues­tra región y en nues­tro país este tipo de mal­da­des se siguen suce­diendo con total impu­ni­dad. Hace algún tiempo los gru­pos de dere­chos huma­nos denun­cia­ban el caso de Edgar Peña, joven de 32 años, al cual un grupo de sal­va­jes le cor­ta­ron la cara y el cuerpo con una navaja y una bote­lla rota. Edgar tuvo que ser ope­rado de emer­gen­cia, 180 pun­tos se nece­si­ta­ron para cerrar sus heri­das. Me pre­gunto si exis­ten pun­tos que sutu­ren las heri­das que este tipo deli­tos gene­ran en el alma y la dig­ni­dad de los seres huma­nos. Lo mismo parece haber ocu­rrido con Luis Alberto Rojas, joven de 26 años, que en febrero de 2008 habría sido insul­tado, vio­lado con una vara de goma por tres poli­cías del dis­trito de Casa Grande.

A este tipo de deli­tos se los conoce como deli­tos o crí­me­nes de odio. Tal y como señalan los espe­cia­lis­tas son los miem­bros de la comu­ni­dad homo­se­xual los que sufren este tipo de agre­sio­nes en mayor medida frente a otros gru­pos segre­ga­dos. Esta es una reali­dad que hasta el momento no quiere ser enfren­tada. Estas son las cifras, con­ser­va­do­ras todas ellas, que ponen en evi­den­cia el nivel de vio­len­cia e impu­ni­dad con la que actúan muchos de estos delin­cuen­tes. Te agredo, te insulto, te ofendo y te ase­sino por el solo hecho de ser homo­se­xual. ¿Qué debe de hacer el Estado para enfren­tar este pro­blema? ¿Qué debe­mos de hacer los perua­nos como socie­dad para hacer frente a este fla­gelo? Lo pri­mero como se reco­mienda es hacer una revi­sión téc­nica e inte­li­gente de la legis­la­ción vigente. Se debe tipi­fi­car con cla­ri­dad el delito o cri­men de odio en nues­tro Código Penal fijando una pena pro­por­cio­nal al grave daño que este tipo de con­duc­tas genera en la per­sona de la víc­tima. Pero esta medida no ren­dirá ver­da­de­ros fru­tos sino se la com­ple­menta con polí­ti­cas ins­ti­tu­cio­na­les que abar­cando a todas las enti­da­des vin­cu­la­das con el res­guardo de la segu­ri­dad, el com­bate a la cri­mi­na­li­dad y la admi­nis­tra­ción de jus­ti­cia bus­quen una res­puesta inte­gral a este pro­blema. Se debe sen­si­bi­li­zar a las auto­ri­da­des, fun­cio­na­rios y agen­tes del orden, se debe hacer­les com­pren­der que todos los perua­nos mere­ce­mos el mismo grado de res­peto, que todos, abso­lu­ta­mente todos, somos mere­ce­do­res de con­si­de­ra­ción y de un trato digno, inde­pen­dien­te­mente de la orien­ta­ción sexual que uno per­so­nal­mente asuma.

Pero no nos enga­ñe­mos, los resul­ta­dos no se verán en un tiempo inme­diato, todo ello debe ser visto como una polí­tica de Estado a largo plazo. Lo más difí­cil en estos casos es cam­biar la men­ta­li­dad homo­fó­bica e into­le­rante de quie­nes por des­ven­tura están encar­ga­dos de velar por nues­tros dere­chos. El ver­da­dero cam­bio se debe dar a nivel de los niños y jóve­nes, imple­men­tando cam­pa­ñas y pro­gra­mas edu­ca­ti­vos basa­dos en valo­res ciu­da­da­nos como el res­peto a la liber­tad, la pro­mo­ción de la soli­da­ri­dad y el amor al pró­jimo. Solo en el medida que todos nues­tros jóve­nes dejen atrás la into­le­ran­cia y los odios absur­dos de sus mayo­res es que los perua­nos esta­re­mos en capa­ci­dad de cons­truir una socie­dad ver­da­de­ra­mente plu­ral, igua­li­ta­ria y demo­crá­tica, en la cual todos poda­mos ser autén­ti­ca­mente libres.

Rafael Rodrí­guez Campos

Autor del Blog www.agoraabiertablogspot.com espa­cio de aná­li­sis cons­ti­tu­cio­nal y polí­ti­cas de temas de actualidad


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